viernes, 29 de abril de 2011

Souljacker can’t get my soul

Mientras leía Cosas que los nietos deberían saber, la genial autobiografía de Mr.E, vocalista y compositor de los Eels (ya os hablaré de él, esto pertenece a otro salto), éste comentaba algo sobre un asesino en serie de San Francisco conocido en su momento como “El secuestrador de almas”. Un individuo que, por lo visto, no sólo se cargaba a sus víctimas físicamente, sino que, además, aseguraba arrebatarles sus almas.

Al mismo tiempo que leía las reflexiones de E acerca de ello, en las que aseguraba que nadie puede arrebatarte tu alma si tú no te dejas, yo empezaba a tener mis dudas. No es que no esté de acuerdo, pero digamos que tengo algunas discrepancias al respecto.

Sí, está claro que si tú no te dejas o no la vendes, tu alma seguirá siendo tuya (…o al menos en lo que a titularidad se refiere…). Pero, ¿qué pasa si, en un momento de descuido de conciencia, te la roban? Lo típico: vas a hacer uso de ella (no sé… a consultarle algo, a preguntarle qué tal lo lleva –o, más bien, “qué tal lo llevo”-) y te das cuenta de que la has perdido. O, como mínimo, ya no tienes dominio sobre ella (como los padres sobre los hijos que se independizan por primera vez). Mientras tú andabas por ahí, fuera de la caverna, a tus cosas tangibles, demasiado ocupado para prestarle atención, ésta se escapó, fijó a su vez la atención en otro asunto y se dispersó. Puede que quede rastro de ella, pero... anda, búscala y tráela de nuevo a casa. Después del shock inicial de su ausencia, te das cuenta de que se ha ido de vacaciones de ti por falta de atención.

También puede darse el caso de que, en lugar de robártela o desaparecer, de repente te das cuenta de que la regalaste, involuntariamente, como aquel disco que le prestaste a un amigo hace años y que, llegado el día en que te mueres de ganas de escucharlo o de simplemente tenerlo en tus manos (en plan fetiche), caes en la cuenta de que ya no te pertenece. ¿Qué haces? ¿Lo reclamas? No lo intentéis, no funcionará (ni con el alma ni con el disco).

A posteriori todo es más valorado y valorable, no falla. El alma es algo que no te pueden quitar si tú no te dejas. La cuestión es que nos dejamos más a menudo de lo que somos conscientes.

Vale. Entonces, una vez perdida, extraviada o prestada…¿qué haces? Porque no puedes comprarte otra por Ebay ni nada por el estilo. Además, el mero hecho de no tenerla acentúa aún más su valor (ver párrafo anterior). Y, con él, la necesidad de que sea ésa, la tuya y no otra, la que quieres. “¡Quiero MI alma!” (bueno, parece que algo positivo sí sacamos de la pérdida: valorarla quizá por primera vez. Lástima que valor y alma no se sincronicen demasiado bien...).

La verdad es que no tengo ni idea de cómo se recupera un alma perdida (se aceptan sugerencias), pero supongo que no a la fuerza. Si se dispersó y prefirió “irse con otro” que le hacía más caso (o no) quizá ayude volcarse en algo que conecte con ella y que, a la vez te reconecte con ella. Quién sabe, quizá por reminiscencia, cual oveja descarriada, vuelva al redil de nuestra conciencia, que es donde mejor puede encajar, al fin y al cabo. Digo yo, vamos…

Así que, como método de prevención, consejo deductivo: cuida tu alma. Rompe la norma pérdida-valor antes de que sea demasiado tarde.

Datos personales

Seguidores