viernes, 3 de septiembre de 2010

El reloj parado a las 7

(Relato de Giovanni Papini)

"En una de las paredes de mi cuarto hay colgado un hermoso reloj antiguo que ya no funciona.
Sus manecillas, detenidas desde casi siempre, señalan imperturbables la misma hora: las siete en punto. Casi siempre, el reloj es sólo un inútil adorno sobre una blanquecina y vacía pared. Sin embargo, hay dos momentos en el día, dos fugaces instantes, en que el viejo reloj parece resurgir de sus cenizas como un ave fénix.
Cuando todos los relojes de la ciudad, en sus enloquecidos andares, y los cucús y los gongs de las máquinas hacen sonar siete veces su repetido canto, el viejo reloj de mi habitación parece cobrar vida. Dos veces al día, por la mañana y por la noche, el reloj se siente en completa armonía con el resto del mundo. Si alguien mirara el reloj solamente en esos dos momentos, diría que funciona a la perfección... Pero, pasado ese instante, cuando los demás relojes callan su canto y las manecillas continúan su monótono camino, mi viejo reloj pierde su paso y permanece fiel a aquella hora que una vez detuvo su andar.
Y yo amo ese reloj.
Y cuanto más hablo de él, más lo amo, porque cada vez siento que me parezco más a él.
También yo estoy detenido en un tiempo.
También yo me siento clavado e inmóvil.
También yo soy, de alguna manera, un adorno inútil en una pared vacía.
Pero disfruto también de fugaces momentos en que, misteriosamente, llega mi hora. Durante ese tiempo siento que estoy vivo. Todo está claro y el mundo se vuelve maravilloso.
Puedo crear, soñar, volar, decir y sentir más cosas en esos instantes que en todo el resto del tiempo. Estas conjunciones armónicas se dan y se repiten una y otra vez, como una secuencia inexorable.
La primera vez que lo sentí, traté de aferrarme a ese instante creyendo que podría hacerlo durar para siempre. Pero no fue así. Como mi amigo el reloj, también se me escapa el tiempo de los demás. Pasados esos momentos, los demás relojes, que anidan en otros hombres, continúan su giro, y yo vuelvo a mi rutinaria muerte estática, a mi trabajo, a mis charlas de café, a mi aburrido andar, que acostumbro a llamar vida.
Pero sé que la vida es otra cosa.
Yo sé que la vida, la de verdad, es la suma de aquellos momentos que, aunque fugaces, nos permiten percibir la sintonía del universo.
Casi todo el mundo, pobre, cree que vive. Solo hay momentos de plenitud, y aquellos que no lo sepan e insistan en querer vivir para siempre, quedarán condenados al mundo del gris y repetitivo andar de la cotidianidad.
Por eso te amo reloj. Porque somos la misma cosa tú y yo."

Que nunca perdamos el tiempo cada vez que en nuestro reloj den las 7.

jueves, 2 de septiembre de 2010

El salto cuántico


Los átomos tienen un núcleo con protones y neutrones alrededor del cual giran los electrones en órbitas fijas situadas a diferentes distancias. Éstos giran en la misma órbita pero en ocasiones cambian a otra. Si absorbe la suficiente energía, un electrón puede cambiar a una órbita superior; si la libera, pasa a una inferior. Pero cuando un electrón se mueve no lo hace en el tiempo ni el espacio: en un momento está en la órbita A y al siguiente está en la B. A este fenómeno se le denomina salto cuántico: un cambio de estatus, un paso de un conjunto de circunstancias a otro, que ocurre de manera inmediata, sin sucesos intermedios. Éste es un fenómeno que ni los científicos pueden predecir. Se pueden crear modelos matemáticos que permitan un cálculo aproximado, pero nunca llegar a predecirlo del todo.

Se ha tratado también de encontrar un sentido a esta imprevisibilidad de la naturaleza. Algo tan simple como cuándo aparecen las primeras burbujas en el agua hirviendo o los patrones que sigue el humo de un cigarro. Estos fenómenos tan cotidianos pero impredecibles entrarían dentro de la llamada ciencia del caos. Porque el caos es lo que provocaría un salto cuántico de todos los electrones de los átomos del universo. En ella también entraría en llamado comúnmente “Efecto mariposa”, así como parte de la meteorología, aunque sea el más predecible de los fenómenos imprevisibles.

Los seres humanos, como seres cuánticos formados por un número incalculable de átomos, tampoco escapamos a estos saltos cuánticos. Experimentamos cambios aparentemente impredecibles y no sólo en el ámbito físico.

La mente humana es maravillosa, pero impredecible. La creatividad sería un ejemplo de éste tipo de saltos cuánticos. Las ideas novedosas surgen de forma espontánea e impredecible: en un momento esa idea no existe y al siguiente ya forma parte de nosotros, del mundo consciente. Entonces podemos llegar a obviar su impredecibilidad y no preguntarnos de dónde vienen esas ideas, asumiendo que simplemente aparecen. Y así parece ocurrir con todos los saltos cuánticos que dan lugar a algo positivo o productivo. Nos rendimos a la incertidumbre y simplemente apreciamos su belleza.

Pero...¿qué pasa con los saltos cuánticos que nos provocan pequeños caos? ¿Podemos vivir asumiendo esa imprevisibilidad, obviando su impredecivilidad y la imposibilidad de saber qué los provoca y por qué, ya sean nuestros o de los demás?

Tengo mis dudas... Porque, a veces, por mucho que asumamos, rendirse a la incertidumbre no resulta tarea fácil.


Datos personales

Seguidores