jueves, 2 de septiembre de 2010

El salto cuántico


Los átomos tienen un núcleo con protones y neutrones alrededor del cual giran los electrones en órbitas fijas situadas a diferentes distancias. Éstos giran en la misma órbita pero en ocasiones cambian a otra. Si absorbe la suficiente energía, un electrón puede cambiar a una órbita superior; si la libera, pasa a una inferior. Pero cuando un electrón se mueve no lo hace en el tiempo ni el espacio: en un momento está en la órbita A y al siguiente está en la B. A este fenómeno se le denomina salto cuántico: un cambio de estatus, un paso de un conjunto de circunstancias a otro, que ocurre de manera inmediata, sin sucesos intermedios. Éste es un fenómeno que ni los científicos pueden predecir. Se pueden crear modelos matemáticos que permitan un cálculo aproximado, pero nunca llegar a predecirlo del todo.

Se ha tratado también de encontrar un sentido a esta imprevisibilidad de la naturaleza. Algo tan simple como cuándo aparecen las primeras burbujas en el agua hirviendo o los patrones que sigue el humo de un cigarro. Estos fenómenos tan cotidianos pero impredecibles entrarían dentro de la llamada ciencia del caos. Porque el caos es lo que provocaría un salto cuántico de todos los electrones de los átomos del universo. En ella también entraría en llamado comúnmente “Efecto mariposa”, así como parte de la meteorología, aunque sea el más predecible de los fenómenos imprevisibles.

Los seres humanos, como seres cuánticos formados por un número incalculable de átomos, tampoco escapamos a estos saltos cuánticos. Experimentamos cambios aparentemente impredecibles y no sólo en el ámbito físico.

La mente humana es maravillosa, pero impredecible. La creatividad sería un ejemplo de éste tipo de saltos cuánticos. Las ideas novedosas surgen de forma espontánea e impredecible: en un momento esa idea no existe y al siguiente ya forma parte de nosotros, del mundo consciente. Entonces podemos llegar a obviar su impredecibilidad y no preguntarnos de dónde vienen esas ideas, asumiendo que simplemente aparecen. Y así parece ocurrir con todos los saltos cuánticos que dan lugar a algo positivo o productivo. Nos rendimos a la incertidumbre y simplemente apreciamos su belleza.

Pero...¿qué pasa con los saltos cuánticos que nos provocan pequeños caos? ¿Podemos vivir asumiendo esa imprevisibilidad, obviando su impredecivilidad y la imposibilidad de saber qué los provoca y por qué, ya sean nuestros o de los demás?

Tengo mis dudas... Porque, a veces, por mucho que asumamos, rendirse a la incertidumbre no resulta tarea fácil.


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