martes, 31 de agosto de 2010

El Centauro


(Cuento infantil versionado por J.Bucay)

Había una vez un centauro que, como todos los centauros, era mitad hombre y mitad caballo.
Una tarde, mientras paseaba por el prado, sintió hambre.
- ¿Qué comeré? -pensó-. ¿Una hamburguesa o un fardo de alfalfa? ¿Un fardo de alfalfa o una hamburguesa?
Y, como no pudo decidirse, se quedó sin comer.
Llegó la noche, y el centauro quiso dormir.
- ¿Dónde dormiré? -pensó-. ¿En el establo o en un hotel? ¿En un hotel o en el establo?
Y, como no pudo decidirse, se quedó sin dormir.
Sin comer y sin dormir, el centauro enfermó.
- ¿A quién llamaré? -pensó-. ¿A un médico o a un veterinario? ¿A un veterinario o a un médico?
Enfermó y sin poder decidir a quién llamar, el centauro murió.
La gente del pueblo se acercó al cadáver y sintió pena.
- Hay que enterrarlo -dijeron-. Pero, ¿dónde? ¿En el cementerio del pueblo o en el campo? ¿En el campo o en el cementerio?
Y, como no pudieron decidirse, llamaron a la autora del libro que, como no podía decidir por ellos, resucitó al centauro.
Y, colorín colorado, este cuento nunca se ha sabido que haya terminado.

lunes, 30 de agosto de 2010

Dogmatizando falacias

Siempre me ha gustado que me sorprendan cinematográficamente hablando. Y, en este sentido, hay películas que, a pesar de que su única pretensión aparente sea entretener, contienen diálogos que parecen ir más allá de su objetivo principal. Quizá todo dependa de los ojos que la miran y los oídos que la escuchan y del filtro por el que pasamos esa información a través de estos sentidos, un filtro compuesto por miles de elementos (personalidad, valores, circunstancias...) que nos marcan y definen, así como lo hacen con todo lo que pasa por él. Quizá por eso unos ven oro donde otros sólo ven bisutería. El caso es que no creo que importe si es oro o no en realidad, sino que para cada uno lo sea.
Pero ésta interpretación personal es un arma de doble filo. De la misma manera que convertimos algo aparentemente banal en trascendental a través de nuestra interpretación, también corremos el riesgo de confundir lo que quisiéramos que fuera con lo que realmente es, realidad con deseo. En definitiva: dogmatizar una falacia.
Y lo hacemos constantemente. Unos lo llaman "engañarse a uno mismo", otros "tener fe" y la mayoría ni siquiera contempla la posibilidad de falacia. Porque no conviene. Porque convertir lo que quisiéramos en dogma hace que creamos aún más en ello. Nos reafirma para seguir defendiéndolo. ¿Qué importa si es cierto o no? El tiempo ya nos lo dirá y será entonces cuando se nos caiga el dogma o no. Hasta entonces, mantengamos el beneficio de la duda para ser felices, ¿no?

Siempre me ha gustado este diálogo de The Mexican.
Dicen que en el cine todo es mentira. Yo prefiero no estar de acuerdo.



Sí, está sin subtitular. Pero también podéis oírla doblada (1:21:47) o verla entera si aún no lo habéis hecho. Dudo que os arrepintáis.

Para descargar: http://www.megaupload.com/?d=74BY5NYA

Para ver online:

viernes, 27 de agosto de 2010

Planetes Marins

Aigüa avall baixava una rosa.
Cel amunt volava un ocell.
I la flor besava una onada
que d'una abraçada la deixà sense arrels.

Entre núvols l'ocell la mirava
Queien els pètals, nua la flor
Tot piulant volia salvar-la
Però les espines punxaven el vol.

ELS AMORS QUE NO OBLIDARÉ
SÓN AQUELLS QUE NO VAIG TENIR
SI POGUÉS, NOMÉS, SOMIAR
QUE UNA ONA EM POGUÉS ESTIMAR.

Era el mar més gran que recordo
Un planeta de peixos i sal.
I la flor per més que estudiava
la seva bellesa no aprenia a nedar.

ELS AMORS QUE NO OBLIDARÉ
SÓN AQUELLS QUE NO VAIG TENIR
SI POGUÉS, NOMÉS, SOMIAR
QUE UNA ONA EM POGUÉS SEGRESTAR.


martes, 17 de agosto de 2010

Darse cuenta


(Cuento inspirado en un poema de un monje tibetano, Rimpoché, reescrito por J.Bucay)

Me levanto por la mañana.
Salgo de mi casa.
Hay un socavón en la acera.
No lo veo
y me caigo en él.

Al día siguiente
salgo de mi casa,
me olvido de que hay un socavón en la acera,
y me vuelvo a caer en él.

Al tercer día
salgo de mi casa tratando de acordarme
de que hay un socavón en la acera.
Sin embargo,
no lo recuerdo
y caigo en él.

Al cuarto día
salgo de mi casa.
Recuerdo que tengo que tener presente
el socavón en la acera
y camino mirando al suelo.
Y lo veo y,
a pesar de verlo,
caigo en él.

Al sexto día
salgo de mi casa.
Recuerdo el socavón en la acera.
Voy buscándolo con la mirada.
Lo veo,
intento saltarlo,
pero caigo en él.

Al séptimo día
salgo de mi casa.
Veo el socavón.
Tomo carrerilla,
salto,
rozo con la punta de mis pies el borde del otro lado,
pero no es suficiente y caigo en él.

Al octavo día,
salgo de mi casa,
veo el socavón,
tomo carrerilla,
salto,
¡llego al otro lado!
me siento tan orgullosos de haberlo conseguido
que lo celebro dando saltos de alegría...
Y, al hacerlo,
caigo otra vez en el pozo.

Al noveno día,
salgo de mi casa,
veo el socavón,
tomo carrerilla,
lo salto
y sigo mi camino.

Al décimo día,
justo hoy,
me doy cuenta
de que es más cómodo
caminar...
por la acera de enfrente.

martes, 3 de agosto de 2010

Los Ysis

¿Cuántas veces te has preguntado "¿cómo hubiera sido mi vida si hubiera hecho X...si hubiera pasado Y...si hubiera dicho Z...?" ?
Estas letras esconden caminos que nos conducirían a múltiples posibilidades que, como las letras mismas, representan una incógnita. Porque no tenemos capacidad para saberlo. Quizá, si antes de nacer pudiéramos ver todo nuestro futuro, todos nuestros infinitos caminos y posibilidades de lo que será después nuestra vida y esa información no se nos borrara al nacer, podríamos responder esas incógnitas...

...¿O no? Porque infinitas posibilidades implica eso: un número infinito de opciones y eso dificultaría infinitamente la capacidad humana que más nos define, la de elegir. Nos define doblemente: porque nos diferencia de cualquier otro ser vivo, ya que utilizamos el intelecto (aunque no sólo éste) para llevar a cabo la mayoría de nuestras elecciones y porque son éstas las que nos acaban definiendo como personas.
Porque al elegir, al tomar una decisión, estamos diciendo qué y cómo somos, qué queremos y qué queremos ser. Si no pudiéramos elegir por exceso de opciones, nunca lo sabríamos. Seríamos Nadies. Aristotélicamente hablando, seríamos muchos Alguienes en potencia pero, en definitiva, Nadies por no acabar en acto.

Mientras no escoges todo es posible. Y esa es una idea seductora y romántica para unos seres que en su mayoría se pasan la vida haciéndose preguntas sobre su existencia como somos los humanos. No podemos evitar que aparezca algún que otro "Y si..." en determinados momentos clave de nuestra vida o simplemente en los más cotidianos. Como seres inconformistas que somos, nos fascinan los condicionales, los caminos que "podríamos" haber tomado a veces incluso más que el que ya escogimos. Y el por qué lo escogimos se disipa, pierde peso y hasta se nos olvida vivirlo como se merece, como nos lo merecemos.

Como fanáticos de los "Ysis", cuando nuestras elecciones en la vida nos llevan a caminos que no esperábamos, nos gustaría que esa opción de infinitas opciones fuera posible. Pero no lo es. No existe la elección de no elegir. Porque, para todo en la vida hay que escoger. La vida es elección constante (que no siempre consciente). Y es sólo así como esa característica tan humana que tenemos llamada libertad o libre albedrío adquiere realmente valor. Y con ello, nuestra propia existencia en sí.

No se puede tener todo. No se puede ser todo. No podemos optar a todo ni podemos elegir no elegir, aunque a menudo lo veamos como la posible solución ficticia a todos los errores que cometemos en la vida. Porque, si pudiéramos ser cualquier cosa constantemente, no seríamos nadie en concreto. O dicho de otro modo: no seríamos Alguienes, sino Nadies.
No es fácil elegir, porque elegir implica perder aquello que no se elige y todo lo que ello puede implicar. Una cadena de pérdidas, de caminos que no serán recorridos, de lugares y personas que no serán conocidos, sobre todo una, la más importante: el Yo mismo que podríamos llegar a ser en cada una de estas opciones.

Pero, ¿quién dijo que fuera fácil? Y es precisamente esa dificultad la que hace interesante y realmente valiosa esa única oportunidad que se nos da para tomar decisiones y ser un Alguien que llamamos vida.
Y la vida es como un juego. Así que... hay que apostar, ¿no?

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