Siempre me ha gustado que me sorprendan cinematográficamente hablando. Y, en este sentido, hay películas que, a pesar de que su única pretensión aparente sea entretener, contienen diálogos que parecen ir más allá de su objetivo principal. Quizá todo dependa de los ojos que la miran y los oídos que la escuchan y del filtro por el que pasamos esa información a través de estos sentidos, un filtro compuesto por miles de elementos (personalidad, valores, circunstancias...) que nos marcan y definen, así como lo hacen con todo lo que pasa por él. Quizá por eso unos ven oro donde otros sólo ven bisutería. El caso es que no creo que importe si es oro o no en realidad, sino que para cada uno lo sea.
Pero ésta interpretación personal es un arma de doble filo. De la misma manera que convertimos algo aparentemente banal en trascendental a través de nuestra interpretación, también corremos el riesgo de confundir lo que quisiéramos que fuera con lo que realmente es, realidad con deseo. En definitiva: dogmatizar una falacia.
Y lo hacemos constantemente. Unos lo llaman "engañarse a uno mismo", otros "tener fe" y la mayoría ni siquiera contempla la posibilidad de falacia. Porque no conviene. Porque convertir lo que quisiéramos en dogma hace que creamos aún más en ello. Nos reafirma para seguir defendiéndolo. ¿Qué importa si es cierto o no? El tiempo ya nos lo dirá y será entonces cuando se nos caiga el dogma o no. Hasta entonces, mantengamos el beneficio de la duda para ser felices, ¿no?
Siempre me ha gustado este diálogo de The Mexican.
Dicen que en el cine todo es mentira. Yo prefiero no estar de acuerdo.
Sí, está sin subtitular. Pero también podéis oírla doblada (1:21:47) o verla entera si aún no lo habéis hecho. Dudo que os arrepintáis.
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